En una entrevista que publicamos en esta edición, el escritor quiteño Rafael Lugo, que acaba de publicar su novela 207 (la obra con la que cierra la trilogía que empezó con Veinte y siguió con 7), le comenta a Luis Fernando Fonseca que, aunque el gozo estético al leer es inmediato, la lectura es más una salvación a largo plazo. «La construcción de la persona a través de la literatura no se da en un día ni en un año», dice. Es una idea necesaria —en especial en esta edición dedicada a la lectura—, porque en un mundo que cada vez está más abocado a consumir información a grandes velocidades, es importante que no nos olvidemos de que la lectura exige renunciar a la satisfacción inmediata. La idea la comparte el argentino Alberto Manguel, el hombre que hoy ocupa el cargo que alguna vez fue de Borges: director de la Biblioteca Nacional de Argentina. Manguel, que mira con buenos ojos la digitalización para conversar la memoria y que los libros no se pierdan (como ha ocurrido con muchas grandes bibliotecas), es escéptico hacia esa costumbre de leer en plataformas digitales. La brevedad y la rapidez rigen los valores de nuestras sociedades globalizadas, y por lo tanto, el acto pausado y reflexivo de leer un libro parece cada vez más un proceso anticuado.
Pero hay un punto clave: las ventanas y notificaciones que saltan por todos lados mientras leemos en plataformas digitales no nos dejan demasiado tiempo a pensar por uno mismo. En cambio, en ese proceso lento de leer un libro, la mente hace asociaciones infinitas y, en ocasiones, llega a sus propias conclusiones. Es un pensamientoal que cualquier —verdadero— lector llegará en algún momento de su vida. Y aquí no nos vamos a cansar de decirlo: siempre hemos creído que lo más sano es que cada persona tenga sus propias ideas, en lugar de ser parte de una avalancha opinadora que repite opiniones de un solo tipo con algo de autoridad, como ocurrió esta semana cuando una asociación religiosa se quejó por la profunda y conmovedora muestra La intimidad es política, realizada en el Centro Cultural Metropolitano de Quito.
Nunca está de más perder el tiempo leyendo un poco.